miércoles, 26 de enero de 2011

La novela negra


Tomas Fierro y su esposa Inés eran los personajes de las novelas de mi padre, unos detectives geniales que se perdían en la noche, miedosos y sin pistolas….arrancando de la policía política. Lástima que estas novelas nunca se guardaron y se perdieron en la marea de mudanzas que sufrimos en la vida. Mi padre acostumbraba a leerme trozos de las novela que leía, sentándome en su regazo y fumando su pipa. Eran relatos geniales y él los leía con gran interés logrando que yo no me perdiera palabra y si por casualidad era un párrafo difícil de entender, me lo explicaba de manera graciosa y yo me quedaba absorta pensando en Sam Spade o Phillip Marlowe , en Ojos de Serpiente o Mofletes de Bebé, imaginando sus andanzas, sus wiskies y sus oficinas desordenadas en calles oscuras y siempre entrando a tugurios sucios y malolientes. Todo un show era mi papá cuando de sus cosas se trataba, ahora siento lo mucho que me quería y lo mucho que teníamos en común. Mas adelante aprendí que podía leer sola sin la ayuda de él y sentí que el mundo se me abría como un libro, desconocido, alegre, lleno de aventuras y mío absolutamente mío un regalo, mi mundo era un regalo que descubrir… Asi aprendí a escabullirme de la realidad o a encerrarme en un mundo propio.

Leí cuanta novela de crimen había en casa, las de mama no me gustaban porque eran libros difíciles de agarrar, más pesados y densos y según ella no eran para mí como “Al filo de la Navaja”, o “Servidumbre Humana”, entre los que recuerdo de mama .. Ah y había uno que me era estrictamente prohibido leer, “Cárcel de Mujeres” de Maria Elena Getner, pero como era de mi madre, respete sus normas y entendí que hay cosas que no se deben tocar porque pertenecen al mundo interior de cada persona. Más adelante, cuando el colegio entró a formar una gran parte de mi vida, las novelas , cuentos y relatos se transformaron en obligatorios y colectivos nada de lo que leí desde momento logró ensombrecer ni un ápice a la novela negra de Hammet, Chandler, Spillane, eso no quiere decir que no leí otro género literario, leí libros, cientos de libros, allí estaban ellos caracterizando cada etapa de mi vida pero ninguno fue tan maravilloso como aquella novela negra norteamericana.

 
Ahora en las últimas décadas de mi vida, vuelvo a la novela negra, pero no a leerla, porque ya no tengo ganas de leer nada, estoy en la etapa de ver cine y viendo de todo llegas al que te gusta y es nada menos que el cine negro, los personajes de entonces tomaron cara, cuerpo y por ahí entiendo algo de mi propia manera de pensar, de ser, cuando veo estas películas donde descubrir al criminal no es importante, lo que importa es la trama, sus personajes lúgubres, solitarios, sin esperanzas, escapando de una realidad cruel y extraña como las aceras oscuras y mojadas brillando en la noche y un triste farol alumbra una cafetería como en ese cuadro genial de Hopper Los Noctámbulos es mi mundo interior en el cual me siento bien porque es Mío y en ese silencio los personajes se refugian en el café de la soledad y el vacío, de la alienación de la vida moderna y luz artificial del café los salva de la oscuridad de la noche.




raquel vega Azur