viernes, 10 de febrero de 2012

a pedido del publico..El sombrero

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 Estos dias del fin del calendario Maya, me traen de vértigo en vértigo, estoy super acelerada pero muy a mi pesar lúcida de mi ridiculez y mi maldad al pedo..qué duro es observarse  y sentir que durante parte del dia soy un ser que no soy yo, que es un ego aderezado con florcitas de manzanilla y alguna amapola de postin.En fin aun tengo tiempo  o no?



Jonathan Livingston Seagull (Soundtrack).rar

viernes, 3 de febrero de 2012

La vieja del Shombelo

1.- La vieja del Shombelo


En verdad se llamaba la Sra. Mercedes; no podría asegurar con exactitud pero creo que era china, su cara era blanca, muy roja y regordeta, se vestía con dos faldas largas encima de unos pantalones de hombre que vestía tanto en invierno como verano ,en esas dos estaciones a mi me enviaban, como un mandamiento divino, a visitar a mis abuelos y juraría que siempre la vi vestida así. La Sra. Mercedes usaba un sombrero de copa, parecido a los que llevan los indígenas bolivianos, con la diferencia que no era negro, más bien era un color polvoriento de las películas del Oeste .

En aquellos tiempos de mis vacaciones, yo solo iba a su almacén sin nombre  a comprar unas deliciosas melcochas, de quién sabe de qué producto, que sacaba de un frasco enorme que tenía en el gran mesón cerca de una vitrina con vidrios tan empañados que nunca pude descubrir qué guardaba allí.

No importaba qué hora fuera, siempre había allí algunas personas, la mayoría hombres sin edad, taciturnos, de vestimentas oscuras o sucias, con sombreros que tapaban un poco sus rostros, como que no quisieran que se les viera. La Sra. Mercedes con sus ojos chinos y fríos, su pelo canoso y sucio,  que le salía del sombrero, le hacía parecer que tenía una peluca de payaso, me miraba con sus ojos chinos y fríos como si mi presencia le molestara, como que algo importante hacían y yo entraba sin aviso haciéndoles perder alguna transacción o alguna conversación importante. Algunas veces, la encontré sola, en esas horas latigudas de la siesta, limpiando con una escoba muy curiosa el polvo del suelo, que era de madera-barro o algo parecido, ella echaba agua con la mano del mismo modo que la abuela le daba comida a las gallinas y luego barría, asi no levantaba polvo y antes de atenderme barría el polvo hacia la calle. Lo que más me llamaba la atención era una enorme piedra plana que hacía las veces de peldaño, ésta tenía un parecido muy grande con las melcochas que vendía.