miércoles, 9 de octubre de 2013

SIN HABEAS CORPUS...

Estaba sudorosa, asustada, con el rostro tapado por una maloliente capucha de terciopelo , ridícula textura para tan asqueroso servicio, sentada en el suelo en un rincón de la celda, escuchaba apenas una respiración leve y tranquila, no quería saber nada, no se preguntaba, no pensaba y mientras a lo lejos un grito salvaje la inquietaba; calculaba que llevaba mas de 12 horas así, sin agua y sin comida, se había orinado de pie en un rincón porque alguien le grito que allí lo hiciera. Sentía su coño escocido, sus manos húmedas , la cabeza le iba a estallar de tanto pensar ridiculeces, porque mientras entendía que estaba en peligro, no sabia aun qué le harían, qué había hecho, dónde y con quién, todo un mar de dudas, pensaba entretanto quién compraría las medicinas a la tía y que bien estaría a la orilla del mar sintiendo el agua fría a sus pies, mirando al horizonte blanquecino.
La chica que estaba durmiendo a su lado, compañera de celda, se levantó seguramente a mear, sentía que caminaba con dificultad y sintió un nuevo ácido olor en el aire que venia de la chica, sangre, sangre maloliente, sangre menstrual que les advertía que estaban vivas.
Recordó un trozo de torta que había quedado en la alacena, tapado con un plato blanco, era del cumpleaños de Leonor, su tía con quien ella vivía desde que estaba en Santiago, pobre tía la cara que tenia cuando me fueron a buscar, tía comete esa torta antes que yo llegue...
Nuevamente las ganas de mear, nuevamente el escoso en el coño ... se estaba haciendo doloroso, todo es ridículo, todo es absurdo. Alguien abre la puerta, y con una voz de hombre, ridículamente forzada nos grita que allí esta la comida agregando una serie de adjetivos hirientes con sustantivos
femeninos.
Se sacó el terciopelo acercándose al plato que contenía un trozo de pan y un jarro de té, con rabia a si misma, por agradecer esta comida, se bebió el té sin azúcar y agarro el enorme trozo de pan. Se acercó a la chica que la miraba a través del trapo afranelado que la cubría- come algo aquí tienes-
ofreciendole un trozo de pan, la chica murmura algo y se saca la capucha, agarra el pan con unas manos sucias de sangre seca, y se lo lleva a la boca, no hables que amigas no somos, le mira entre sus mechas y   retornó a su rincón a observarla.
Siente que abren la puerta, se coloca el capuchón porque tampoco ella quiere ver, solo sentir , escuchar y palpar la miseria en la que se encontraba, la venían a buscar, tal vez no vuelva, le habían contado que casi nadie volvía de las salas de tortura....
Raquel Vega

viernes, 4 de octubre de 2013

Cuentos cortos de Petrus Perero

Atar un perchero al gancho de la ventana no es cosa que se pueda contar con facilidad  pero ultimamente el pechero de la entrada camina!!!, éll debe creer que no lo veo, pero si sres y sras camina y de una manera siniestra, claro tiene tres patas y dos abrigos que cuelgan de sus bracitos. Al principio no quería darme cuenta pero cuando lo vi alejarse por la ruta del jardín..me asusté, lo traje de vuelta a casa y lo puse en su lugar..¿qué te pasa perchero !!- 
y ahi está atado..Pobre !!