Allí comíamos todo el día manzanas, peras y nueces de todas las formas cocidas,crudas y asadas, que ya me salían por las orejas. Era una casa de campo estilo colonial con grandes habitaciones, rodeadas por un patio central, gallinas y pollos vagando todo el dia entre las habitaciones y el patio, nosotros con papá fuímos ubicados en un costado del recibidor que llegaba directamente al patio mas grande cuyas fronteras llegaban a las montanas... tan grande era.
El viejo, dueño de la casa, era muy extraño, no se levantaba de su cama, flaco muy flaco flaco, rapado y con barba crecida algo rojiza, parecía un salido de Treblinka.Siempre me llamaba que fuera al lado de su cama y yo seguía paradita desde la puerta de su habitación, no entraba ni loca..En las noches yo dormía con mi papá y me acuerdo que le insistía - papá ese viejo me da miedo- mi papá se sonreía y me decía, Noo es un pobre hombre enfermo, además recuerda es el dueño de la casa, él nos invitó -y yo insistía y mi papi no me hacía caso.
Cuando , por fin, salimos de Salamanca, papá me obligó despedirme del viejo flaco que me dice con una sonrisa -Mira allí sobre el escritorio, eso es para ti- Era un caleidoscopio que en ese momento no aprecié porque era una nñita insoportable que solo criticaba y sufría una enfermedad llamada responsabilidad.
Este viejo flaco y colorín, lo encontré nuevamente 38 años después, en Israel y esta vez se quedó para siempre.