Muy temprano me levanté esa mañana, quizás como adivinando que el dia sería diferente, desayuné el café con leche y la tostada con mermelada como cada día y de reojo miraba las primeras noticias que ponen en la tele y a la vez escuchando la radio, que encendia automáticamente cuando entraba a preparar el desayuno. Hasta ahora todo normal, pero de pronto algo se rajó en el aire, un estruendo en mis oídos, una niebla cubrió el pequeño saloncito, me levanté de la silla y me sentí borracha cayendo al suelo.
Un miedo terrible me sofocó, el miedo de perder el control diminuto que tengo sobre mi vida, pero algo nacía del cuello mismo, la fuerza para aferrarme a ésta mi vida, al oxígeno que respiraba, al calor del sol que aún percibía a través de la cortina fucsia que le dá a la salita un ambiente alegre y carnavalesco. Mis ojos se cerraban y yo no me podía permitír perder el sentido ' no me ha llegado la hora' me repetía..Lentamente volví a mi pequeño y super mundo, la voz de la presentadora se me hacia divina, sentí al gato que con sus bigotes me acariciaba la cara...Un nuevo día, más amado, más mío me saludó con alegría..como si me dijera.....
Sin ti no existo...
qué bueeeeeno... una mañana como cualquier otra, jejeje. había que haber "sapeado" por la grieta del aire...bueno raque.
ResponderEliminar... y al tomar consciencia de la vida una campana incolora se acurruco en tu músculo caído desde cuyo interior el ruido de un papel mostró un látigo de tiempo junto al nombre ahogado de aquella lágrima prisionera que nunca dejaste marchar...
ResponderEliminarCasi Kafkiano, Raque.
Genial.